El componente de Trail Villena José Francisco Giménez Amorós participó el pasado día 29 de agosto en una de las pruebas más prestigiosas del mundo del trail running como lo es la Ultra-Trail du Mont Blanc que se celebra en la ciudad alpina de Chamonix (Francia), logrando ser finisher en la misma después de recorrer ni más ni menos que 168 km y 9.600 metros de desnivel positivo con un tiempo de 41 horas 35 minutos y 56 segundos.
Desde el equipo le damos la enhorabuena por este gran éxito porque no es nada fácil ser finisher en esta prueba tran prestigiosa donde corren los mejores corredores del mundo del trail running deseándole los mejores éxitos para el futuro, y aquí os dejamos con la emotiva y emocionante crónica personal que ha preparado donde relata toda la experiencia vivida durante la carrera:
Llegábamos a eso de las doce del medio día a Chamonix el 27 del mes pasado después de haber salido de Villena un par de días antes en coche con la familia. Nada más entrar en el pueblo y ver el ambiente que había empezaron a entrarme de verdad los nervios.

Ese mismo día íbamos a ver la feria del corredor, como me dijo Seba: «si te falta algo no te preocupes que allí lo encuentras», y efectivamente, hay de todo lo que un trail runner puede necesitar y lo digo porque al día siguiente cuando fui a recoger el dorsal te revisan parte del material obligatorio y a mí me tocó enseñar la cinta adhesiva, entre otras cosas, una que tengo más de cuatro años sin usar y que al parecer no cumplía con los requisitos del material obligatorio, así que, a la feria del corredor a buscar la cinta, y allí la encontré.
Después de recoger el dorsal, de vuelta al hotel, para preparar ropa y organizar bien la mochila para el dia siguiente. La tarde del jueves y la mañana del viernes intenté dormir todo lo que pude, de verdad que lo intenté, pero nada, dormí por fases despertándome pensando en el material, que no se me olvidara nada y por supuesto en que después de todo el año de preparación el día había llegado.

A las nueve de la mañana nos llegaba un mensaje de la organización diciendo que la salida sería a la hora prevista, cinco y media de la tarde, miré el informe meteorológico y daban posibilidad de lluvia esa tarde así que opté por mallas largas ya que si llovía y de cara a la noche se notaría más el frío y las rodillas si no iban protegidas se resentirían. A la una y media a la pasta party con el estómago un poco cerrado, pero bueno, había que comer bien para lo que nos esperaba.
De vuelta ya en el hotel, últimos preparativos, repaso (por cuarta o quinta vez) del material y a las cuatro y media salía del hotel hacia la zona de salida acompañado de mis hijos, mi mujer y mi madre. En esos momentos si que estaban los nervios a flor de piel, ansioso por que fueran ya las cinco y media. Llegamos a la zona de salida y a las cinco me despedí de los míos, deseando poder volver a verlos en meta unas cuantas horas después, y me coloqué en la parte de atrás de la zona de salida. Me estaba orinando encima, cosa de los nervios, pero ningún sitio donde «echar un chorrillo», así que a aguantarse. A todo esto empezaba a lloviznar, pero no mucho, algunos ya iban sacando las chaquetas impermeables y a eso de las cinco y veinticinco empezó a llover ya con fuerza y ahí ya sí que sacamos todos nuestros «chubasqueros». Cinco y media, el tema de Vangelis «Conquest of Paradise» a toda caña y se daba la salida, un momento muy emotivo, pude ver a gente del público llorando en la salida a nuestro paso, impresionante.
Los primeros dos kilómetros, más o menos, los hicimos entre andando y trotando debido a la aglomeración de corredores, hasta la salida de Chamonix que ya se fue estirando un poco la carrera y los nervios se fueron soltando. Primeros ocho kilómetros relativamente llanos y cómodos hasta Les Houches y a partir de aquí la primera subida. Yo opté por ir a un ritmo cómodo pero constante, intentando no desgastarme demasiado ya que la cosa no había hecho más que empezar. Llegada al primer control de paso en el km 21, cincuenta y cuatro minutos por debajo del corte, iba bien de ritmo sin desgastarme en exceso. Por cierto, la lluvia nos seguía acompañando. A partir de este punto comenzaba una subida constante de nada menos que 23 km hasta el Col de Croix du Bonhomme en el km 44, una subida interminable, de las que no estamos acostumbrados por aquí. Aquí el terreno recordaba mucho al del País Vasco, mucha hierba alta y mucho barro por la lluvia caída, así que en la siguiente bajada con cuidado para no resbalar ya que veía como unos cuantos iban besando el barro. Después de la bajada otra ascensión de diez kilómetros hasta el Col de la Seigne (km 59´7). Seguía yendo a buen ritmo y con buenas sensaciones, intentando ser estricto en eso de beber y comer periódicamente. Bajada resbaladiza, todavía de noche, eran sobre las cinco, y aquí es donde resbalé y caí de culo, una caída más de las muchas que todos hemos tenido, nada importante, o eso creía yo. Otra subidita a Arete du Mont-Fabre y de ahí haste Courmanyeur nueve kilómetro de bajada pronunciada. Faltando cuatro kilómetros para Courmanyeur (km 77) empecé a notar una molestia en el culo, carrillo derecho, que no me permitía bajar cómodo, sensación como la que queda después de una inyección. Me tomé un ibuprofeno para prevenir y hasta Courmanyeur llegué bien.

Courmanyeur es el primer avituallamiento grande, te podías hasta duchar si querías. Me puse ropa limpia y seca, comí todo lo que pude, llamé a mi mujer y sin darme cuenta 46 minutos allí, así que cuando miré el reloj salí pitando de allí, iba con adelanto respecto a la hora de corte pero no era cuestión de encantarme ya que luego, en una carrera tan larga, nunca se sabe. Salida de este avituallamiento y subidón, 800+ en algo más de cuatro kilómetros hasta el refugio Bertone. En este punto se unió a mí el que sería mi gran compañero de fatigas hasta la meta, Jose Luis Riaño, un corredor navarro que había tenido problemas estomacales durante la carrera, así que decidió ir a un ritmo más lento (para él) y terminar juntos la carrera. No llevaba ni bastones y no veas a que ritmo subía. A partir de aquí y hasta Arnuva (km 95) un terreno rompe piernas pero en el que se podía trotar. En Arnuva a reponer bien fuerzas ya que hasta catorce kilómetros despues no estaba el siguiente avituallamiento y en medio la ascensión al Grand col Ferret y en este punto mi trasero me empieza a avisar de que me estaba pasando un poco, pues otro ibuprofeno antes de coronar y bajada de algo más de veinte kilómetros hasta la población de Praz de Fort y tras otra ascensión de algo más de cinco kilómetros llegábamos a Champex-Lac, el otro gran avituallamiento.
En este momento me acordé de lo que Rai me dijo: «intenta llegar a Champex antes de que anochezca», y así fue, a las 20:33 allí estábamos (km 122). Conforme entramos a la gran carpa un «bofetón» de calor nos recibió, menudo contraste de temperatura con el exterior, se hacía incluso un poco agobiante (ya me lo comentó Seba). Aquí si que mi culo dijo que ya no podía más, ni cuesta arriba, ni en llano y por supuesto menos cuesta abajo podía correr, así que en este avituallamiento nos lo tomamos con calma a ver si después del ibuprofeno que me tomé y de reponer fuerzas y estirar bien se calmaba algo el dolor. Estuvimos cuarenta y cinco minutos hasta que salimos, pero bueno estábamos casi cinco horas por debajo del tiempo de corte y aún quedaban cuarenta y seis kilómetros con tres ascensiones por medio y en ese momento el cuerpo me pedía descansar. Salí del avituallamiento tocado física y moralmente pensando que toda la preparación y la dedicación durante ese año a esta carrera se podía venir al traste si el dolor iba a más. Solo trataba de pensar en toda la gente que en la distancia me estábais apoyando y dando ánimos y sobre todo en mi familia, tenía que entrar a la meta de Chamonix como fuera con ellos.
Salida de Champex y aquí nos juntamos un grupillo de siete u ocho corredores, diecisiete kilómetros hasta el próximo avituallamiento y aunque parezca mentira era yo el que tiraba del grupo, el ibuprofeno parece que hacía efecto pero nada más lejos de la realidad, tras coronar y empezar la bajada solo podía andar apoyándome bien en los bastones, así que con calma bajada hasta Trient (km 139). Aunque habían pasado algo más de cuatro horas desde el último ibuprofeno, aquí ya me tomé un Enantyum (más fuerte que el ibuprofeno), aunque tuviera que llegar arrastrándome llegaría a meta y en este punto llevábamos algo mas de seis horas y media sobre el corte. Salimos de Trient y a paso de tortuga íbamos camino de la penúltima ascensión, Catogne. Se me hizo eterna, al igual que la bajada hasta Vallorcine (km 149), ¡tres horas y cuarto para hacer 10 km!. En Vallorcine me acerqué al puesto médico y les expliqué lo que me pasaba, un enfermero me dijo que me pusiera boca abajo en la camilla que me indicó y que en un momento me atendería un médico. Imaginaos después de casi dos noches sin dormir y me dicen que me tumbe, hacía esfuerzos por no cerrar los ojos. De buenas a primeras llega un tío que me dice que me va a quitar el dolor y no hace otra cosa que bajarme los pantalones y empezar a tocarme el culo, no penséis mal, para ver donde me dolía exactamente. La situación en aquel momento era un poco cómica, yo pensaba, solo me faltaba que me «dieran por detrás» ahora, ya para rematarme del todo. Bueno, resultó ser un fisio que con muy buena voluntad me dio un masaje. El efecto del masaje quizá me duró unos veinte minutos pero al rato otra vez el dolor, así que resignación y a pensar que ya iba camino de la última subida a Tete aux Vents. A mitad de la subida otro Enantyum. Esta sí que se me hizo larga hasta la Flégère (km 160). Mientras iniciaba el lento descenso, en mis condiciones, hacia Chamonix, solo pensaba en que ésto ya estaba hecho y me venía a la cabeza una sola idea, iba a cruzar la meta junto con mis hijos y mi mujer.
Recuerdo que en el trayecto le iba diciendo a José Luis que no podría aguantar la emoción cuando los viera, iba recapitulando todo lo que había pasado desde la salida del viernes, lo mucho que había sufrido en los últimos cuarenta y seis kilómetros y sin darme cuenta me corrían las lágrimas por las mejillas. Ya daba igual el tiempo que tardara (fueron casi dos horas para los últimos ocho kilómetros en bajada), iba a cumplir mi objetivo, mi sueño, el sueño de todo trail runner, la «estrella» en la camiseta del club.
A la entrada de la Chamonix era emocionante ver cómo nos animaba la gente, te daban ese último empujón que te hace falta hasta la meta, llamé a mi mujer: «estad preparados que voy por el paseo que hay junto al río» y en unos minutos entrábamos dentro del casco urbano, los aplausos y ánimos iban en aumento y en la curva antes de meta veo a mi madre que me dice que mis hijos y mi mujer están unos metro más adelante esperándome. En cuanto los vi ya no pude más y rompí a llorar, no podía parar, como un crío que no tiene consuelo pero en mi caso era todo lo contrario, lágrimas de inmensa alegría, de satisfacción, de emoción….. de todos los adjetivos que se os ocurran. Con mi hijo de la mano y mi mujer con mi hija en brazos a mi lado iba cubriendo los últimos metros hacia la meta, compartiendo este momento tan importante para mí con ellos.

Gracias a todos los que me fuísteis siguiendo durante toda la carrera dándome ánimos tanto por WhatsApp y Facebook, muchas gracias. Gracias a todos los que durante este año habéis compartido conmigo la preparación de esta carrera. Sólo deseo que por lo menos una vez en la vida podáis vivir lo que yo este año.
